viernes, 19 de agosto de 2016

Las Multiples caras de la Culpa - www.vivianarodriguez.com



Toda emoción desempeña un papel importante en el ser humano. 
La culpa, sirve para reconocer que se ha errado e incita a conductas reparadoras. En este sentido podemos considerar que la culpa es una emoción positiva en el plano interpersonal.
La culpa surge de una evaluación negativa del yo específica, referida a una acción concreta, cuando se transgreden ciertas normas o reglas. Desde el punto de vista fenomenológico (la fenomenología de define como Teoría de los fenómenos o de lo que aparece): se experimenta dolor, pero en este caso el dolor tiene que ver con el objeto del daño que se ha hecho o con las causas de la acción realizada.
En la actualidad, entre los estudios de la emoción en general y de la culpa en particular, domina una visión mucho más positiva de esta emoción, una visión claramente influenciada por los planteamientos de Hoffman.
Cuando se habla de la culpa, tiende a entenderse el tipo de culpa asociada a la empatía: tendencia a la reparación de la acción, y de este modo, resulta esencial en el restablecimiento de las relaciones interpersonales que han podido resultar dañadas a consecuencia de la acción del sujeto.
También puede hablarse de culpa traumática como aquella que se asocia a una experiencia extrema que vive la propia persona o una persona cercana, con amenaza grave a la integridad física o psicológica y que constituye sin duda el peor factor pronóstico dentro de la historia natural del trauma.
Sólo en estos casos cuando una emoción como la culpa es excesiva, demasiado intensa o frecuente, puede revestir un carácter patológico, pero en general su función es meramente rehabilitadora. Tanto es así que sin necesidad de recurrir a la justicia, la culpa está relacionada íntimamente con nuestra conciencia moral e impide en general que transgredamos ciertas normas o vulneremos los códigos éticos por los que se rige nuestro grupo social.
En esto es en lo que reside el carácter regulador del sentimiento de culpa que se constituye así en una especie de “alarma interior” que viene a suplir los controles extrínsecos y evitarnos el sentir remordimientos.
De acuerdo con E. Echeburrúa, la culpa consta de tres elementos:

1. el acto causal (real o imaginario), 2. la percepción y auto-valoración negativa del acto por parte del sujeto (la mala conciencia), y 3. la emoción negativa derivada (el remordimiento).
Normalmente es más grave la culpa referida a la propia forma de ser (por ejemplo, “soy una mala persona”) que la que sentimos por una conducta concreta. El motivo es que lo primero no puede ser tan fácilmente reparado como lo puede ser un proceder inconveniente. La culpa intrínseca puede ocultar o ser sintomática de un cuadro patológico y puede generar depresión y menor apoyo social ya que el sujeto no lo busca.
La conciencia moral o el grado y la intensidad de los sentimientos de culpa de una persona deriva de las diferencias personales y de las pautas educativas recibidas. La introversión y los rasgos obsesivos son directamente proporcionales a los sentimientos de culpa. Un estilo educativo centrado en el castigo físico suscita respuestas agresivas pero estilos educativos del tipo “ya no te quiero”, “no ves cómo nos haces sufrir”, etc. son generadores de intensos sentimientos de culpa.
En el proceso de socialización todos desarrollamos empatía hacia los demás, una empatía auténtica que permite sentir lo que realmente le sucede a la otra persona. Esto supone que cuando hacemos a otro algo que viola nuestros códigos éticos nos sintamos culpables y empujados a reparar el daño ocasionado. Si esto no ocurre, es que existe alguna anomalía.
Una culpa “sana” es aquélla que responde a la necesidad de no sentir remordimientos y actuar acorde con ello más que por temor al castigo.
Según Laín Entralgo el arrepentimiento se da de tres formas:

1. arrepentimiento por vergüenza (cuando hemos transgredido nuestros principios éticos). 2. arrepentimiento por error (cuando nos hemos equivocado y no hemos actuado de forma adecuada).
3. arrepentimiento por deficiencia (cuando no se ha hecho todo lo que se hubiera podido para solventar una situación determinada).
Así como dijimos que un sentimiento de culpa exacerbado remite a una patología y puede ser causa o efecto de un estado depresivo e incluso inducir el suicidio, la inexistencia de sentimientos de culpa está relacionada con cuadros psicopáticos o personalidades paranoicas. En muchas ocasiones la reparación, en estos últimos casos, solo puede obtenerse recurriendo a la justicia.
La culpa es normal cuando el sujeto adquiere conciencia adecuada de la situación y adopta conductas de reparación y mayor responsabilidad de cara al futuro. No es normal si se mantiene en secreto, se limita al lamento sin tomar conciencia del motivo que la alimenta y sin buscar la acción reparadora.
Obviamente un mundo en el que no existiese el sentimiento de culpa, tendría que ser un mundo de absoluta justicia, un mundo de personas perfectas que jamás cometen errores y poseedoras de una conciencia ética inquebrantable. Como esto no es más que algo utópico, pensamos que la culpa sigue siendo un mecanismo positivo que nos permite resarcir nuestros remordimientos, corregirnos, enmendar lo que se ha hecho mal, y evolucionar como personas más conscientes en aras de una mayor responsabilidad respecto de nuestros semejantes.
Existen otras culpas transgeneracionales. Son hechos o eventos familiares que han ocurrido y de los cuales no somos conscientes, pero que están grabados a fuego en nuestro ADN o inconsciente (dependiendo tus creencias).
Tambien hay ciertas fidelidades en los sistemas, por ejemplo: todos son medicos, abogados, panaderos, musicos.  Y el hecho de que venga un nuevo miembro a la familia que no sienta esta vocación, se sentirá culpable inconsciente por no repetir este mandato.  A veces hay culpas por progresar, prosperar, por estudiar y tener un título cuando en la familia nadie pudo estudiar. También por tener hijos o no tenerlos, cuando en la familia el patrón ha sido otro.
Es importante entonces que comprendas qué tipo de culpas tienes sobre tus espaldas. 
En el consultorio y en mi propia terapia he observado que un 10% de las culpas personales son de esta vida. Y a medida que avanzamos en el proceso terapéutico y vamos revisando nuestras creencias, este porcentaje va variando. Pero de lo que no podemos tener control es del 90% de culpas inconscientes, que son mandatos o yugos que cargamos y que a pesar de que algunas veces no son para nada positivos, los repetimos fielmente.
Es por eso que transitar algunas terapias energéticas, le echan luz a estas culpas desconocidas para que luego podamos evaluar si nos sirve en este presente o podemos devolverla al origen.
La Comprensión amorosa de nuestro pasado y de la historia de nuestros ancestros de los cuales tenemos la vida, es una Sana Empatía que nos regala una Nueva mirada de nuestra propia Vida y de la Vida de las personas que nos rodean.

Compartió: Viviana Rodriguez Cortejarena - www.vivianarodriguez.com



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